En la introducción del libro ¿Qué es el Espiritismo?, se explica qué abarca cada capítulo del mismo:
"El primer capítulo contiene, en forma de diálogo, las respuestas a las objeciones más comunes que hacen los que ignoran los primeros fundamentos de la doctrina, así como también la refutación de los principales argumentos de sus adversarios. Este método nos ha parecido el más conveniente, porque no tiene la aridez de la dogmática".
En este caso el diálogo se realiza con un escéptico; a continuación transcribo una de las preguntas:
El Visitante (Escéptico) ─ No me explico cómo puede aprovecharse el hombre de la experiencia adquirida en las anteriores existencias, si no conserva el recuerdo de las mismas; porque, desde el momento que no las recuerda, cada existencia viene a ser como la primera, lo cual equivale a empezar siempre. Supongamos que si despertarnos cada día, perdiésemos la memoria de lo que habíamos hecho en el anterior. Es indudable que no estaríamos más adelantados a los sesenta que a los diez años; mientras que recordando nuestras faltas, nuestras fragilidades y los castigos recibidos, procuraríamos no volver a incurrir en ellas. Sirviéndome de la comparación hecha por usted del hombre en la Tierra con el alumno de un colegio, no comprendería que este último pudiese aprovechar las lecciones del quinto año, por ejemplo, si no recordase las aprendidas en el cuarto. Estas soluciones de continuidad en la vida del espíritu, interrumpen todas las relaciones haciendo de él un ser nuevo hasta cierto punto; de donde puede concluirse que nuestros pensamientos mueren en cada existencia, para renacer sin conciencia de lo que hemos sido. Esto es una especie de anonadamiento.
AK ─ De cuestión en cuestión me conducirá usted a hacer un curso completo de Espiritismo; todas las objeciones que usted hace son naturales en el que nada sabe en este asunto, y que encontraría, en un estudio profundo, una solución mucho más explícita que la que puedo dar en una explicación sumaria, que por sí misma debe provocar incesantemente nuevas cuestiones. Todo se encadena en el Espiritismo, y cuando se estudia el conjunto, se ve que los principios se desprenden los unos de los otros, apoyándose mutuamente, y lo que parecía entonces una anomalía contraria a la justicia de Dios, parece completamente natural y viene en confirmación de esa sabiduría y de esa justicia.
Tal es el problema del olvido del pasado que se
relaciona con cuestiones de igual importancia; por lo cual no haré más que
resumirle.
Si a cada nueva existencia se corre un velo sobre
el pasado, nada pierde el Espíritu de lo que ha adquirido en aquél; olvida
únicamente la manera como lo ha adquirido. Sirviéndome de la comparación del
alumno, poco le importa recordar dónde, cómo y con qué profesores cursó el
cuarto año, si, al entrar en el quinto, sabe lo que se aprende en el cuarto.
¿Qué le importa saber que fue castigado por su pereza o por su insubordinación,
si tales castigos le han hecho estudioso y dócil? De este modo, el hombre, al
reencarnarse, trae instintivamente, y como ideas innatas, lo que ha adquirido
en ciencia y en moralidad. Digo en moralidad, porque si durante una existencia
ha mejorado, si ha aprovechado las lecciones de la experiencia, cuando se
reencarne será instintivamente mejor; su Espíritu robustecido en la escuela del
sufrimiento y del trabajo, tendrá más solidez; lejos de tener que empezar,
posee un abundante fondo, en el que se apoya para adquirir más y más.
La segunda parte de su objeción, respecto del
anonadamiento del pensamiento, no es menos infundada; porque semejante olvido
sólo tiene lugar durante la vida corporal. Al dejarla, el Espíritu recobra el
recuerdo del pasado: puede entonces juzgar el camino recorrido y el que aún le
falta recorrer; de modo que no hay solución de continuidad en la vida
espiritual, que es la normal del Espíritu.
El olvido temporal es un beneficio de la
Providencia, ya que la experiencia se adquiere a menudo por rudas pruebas y
expiaciones terribles, cuyo recuerdo sería muy penoso, viniendo a juntarse con
las angustias de las tribulaciones de la vida presente. Si parecen largos los
sufrimientos de la vida, ¿qué no parecerían si se aumentase su duración con el
recuerdo de los sufrimientos del pasado? Usted, por ejemplo, caballero, es hoy
un hombre honrado, pero acaso lo debe a los rudos castigos sufridos por faltas
que hoy repugnarían a su conciencia; ¿le gustaría a usted recordar el haber
sido ahorcado alguna vez? ¿No le perseguiría constantemente la vergüenza,
pensando que el mundo conoce el mal por usted cometido? ¿Qué le importa a usted
lo que haya podido hacer y lo que haya sufrido para expiarlo, si es usted
actualmente un hombre apreciable? A los ojos del mundo, es usted un nuevo
hombre; a los de Dios un Espíritu rehabilitado. Libre del recuerdo de pasado
molesto, obra con más libertad; la vida actual es un nuevo punto de partida;
las deudas anteriores de usted están satisfechas, le toca ahora no contraer
otras nuevas.
¡Cuántos hombres quisieran poder, durante la
vida, correr un velo sobre sus primeros años! ¡Cuántos se han dicho al fin de
su existencia: “Si volviese a
empezar, no haría lo que he hecho!” Pues bien, lo que no pueden deshacer
en esta vida, lo desharán en otra; en una nueva existencia, su Espíritu traerá
consigo, en estado de intuición, las buenas resoluciones tomadas. Así se
realiza gradualmente el progreso de la humanidad.
Supongamos aún, lo que es muy ordinario, que
entre sus relaciones con su misma familia se encuentre un individuo con el que
esté usted enfadado, que quizá le ha arruinado o deshonrado en otra existencia,
y que arrepentido viene a encarnarse junto a usted, a unírsele por lazos de
familia para reparar los agravios por medio de su interés y afecto, ¿no se
encontrarían ustedes mutuamente en la posición más falsa, si ambos recordaran
sus enemistades? En lugar de apaciguarse éstas, se eternizarían los odios.
Deduzca usted de todo esto, que el recuerdo del
pasado perturbaría las relaciones sociales y sería una traba al progreso,
¿Quiere usted una prueba de actualidad? Si un hombre condenado a presidio
tomase la firme resolución de ser honrado, ¿qué sucedería a su salida? Sería
Rechazado por la sociedad y esta repulsión casi siempre volvería a arrastrarle
hacia el vicio. Si suponemos, por el contrario, que todo el mundo ignora sus
antecedentes, sería bien recibido, y si él mismo pudiese olvidarlo; no sería
menos honrado y podría caminar con la frente alta, en vez de bajarla a la
vergüenza del recuerdo.
Esto concuerda perfectamente con la doctrina de
los Espíritus acerca de los mundos superiores al nuestro. En ellos, donde sólo
el bien reina, el recuerdo del pasado no es nada penoso, y por eso sus
habitantes recuerdan la existencia precedente como nosotros lo que hemos hecho
el día anterior. En cuanto a lo que ha podido hacerse en los mundos inferiores,
viene a ser como un sueño pasado.
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Muchas gracias.
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