
En algún momento todos nos habremos hecho las preguntas que siguen mas abajo. No duden por favor en comentar y suscribirse al blog. Haré lo más que pueda para publicar por lo menos una vez a la semana.
¿Cómo definir a un hombre de genio? ¿Por qué son hombres de
genio? ¿De dónde provienen? ¿Hacia dónde van? Notemos que la mayor parte de
ellos traen al nacer facultades trascendentes y conocimientos innatos. Un poco
de trabajo les basta para desarrollarlos. Sin duda, son parte de la Humanidad,
ya que nacen, viven y mueren como nosotros. Entonces, ¿de dónde provienen esos
conocimientos que han adquirido en vida? ¿Opinaremos, como los materialistas,
que la suerte los ha dotado de un
cerebro de mayor tamaño y mejor calidad que el nuestro? Si así fuese, no
tendrían más mérito que una legumbre más grande y sabrosa que otra. ¿O diremos, como ciertos espiritualistas, que
Dios los ha dotado de un alma mejor que la del común de los mortales?
Suposición también carente de lógica, ya que acusaría a Dios de parcial. La
única solución racional para este problema reside en la preexistencia del alma
y en la pluralidad de existencias. El hombre de genio es un espíritu que vivió
más tiempo y que tiene, en consecuencia, mayor terreno ganado que aquellos
otros más atrasados. Cuando encarna, trae consigo lo que sabe, y como sabe
mucho más que los demás sin necesidad de aprender, se le llama hombre de genio.
Sin embargo, todo lo que sabe es fruto del trabajo anterior y no el resultado
de un privilegio. Antes de renacer, era un espíritu avanzado. Su reencarnación
tiene por objeto enseñar lo que sabe a los demás o adquirir nuevos conocimientos. Los hombres progresan, indudablemente,
gracias a sí mismos y al esfuerzo de su inteligencia. Pero si fuesen librados a
sus propias fuerzas y no contasen con la ayuda de hombres más avanzados que
ellos, el progreso sería lento, tal como ocurre con los estudiantes sin
profesor. Todos los pueblos han tenido sus hombres de genio, quienes han
aparecido en diferentes épocas para darles un impulso y sacarlos de la
inercia.
La pluralidad de existencias,
principio esbozado por Jesús en el Evangelio, mas definido sólo a medias, es
una de las leyes más importantes reveladas por el Espiritismo, ya que ella muestra
la realidad y necesidad del progreso. Mediante
esta ley, el hombre se explica todas las anomalías aparentes que presenta la
vida humana: las diferentes de posición social, las muertes prematuras que, sin
la reencarnación, convertirían una vida abreviada en algo inútil para el alma.
La desigualdad de aptitudes intelectuales y morales se resuelve también, si
entendemos que todos los espíritus no tienen la misma antigüedad, que algunos
han aprendido y progresado más, razón por la cual, al nacer, traen lo adquirido
en existencias anteriores.
La doctrina de la creación del
alma en el acto del nacimiento constituye un sistema de creaciones
privilegiadas. Los hombres son extraños entre sí, pues nada los une. Los lazos
de familia son puramente carnales. No existe solidaridad con un pasado en el
que no se existía ni con la nada después de la muerte. Toda relación termina
junto con la vida. Tampoco hay solidaridad con el porvenir. Con la
reencarnación, en cambio, los hombres son solidarios con respecto al pasado y
al futuro: las relaciones se perpetúan en el mundo espiritual y en el corporal,
la fraternidad se basa en las leyes mismas de la Naturaleza y el bien tiene su
meta y el mal sus consecuencias ineludibles.
Con la reencarnación desaparecen
los prejuicios de razas y de castas, ya que el mismo espíritu puede renacer
rico o pobre, gran señor o proletario, patrón o subordinado, libre o esclavo,
hombre o mujer. La reencarnación es el argumento más lógico de todos los
invocados contra la injusticia de la servidumbre, la esclavitud y la sujeción
de la mujer al más fuerte. La reencarnación funda el principio de la
fraternidad universal en una ley natural, y en ésta basa el principio de
igualdad de derechos sociales y, en consecuencia, el de libertad.
Si se hace abstracción en el
hombre de su espíritu libre, independiente y sobreviviente a la materia, sólo
queda de él una máquina organizada, sin responsabilidad y carente de fines,
manejada por la ley civil con escaso éxito y apta para la explotación. En
resumen: el hombre sería sólo un animal con inteligencia. Si no espera nada
después de la muerte, no hay frenos que detenga su pasión por aumentar los
goces materiales. Si sufre, no tiene otra perspectiva ni otro refugio que la
desesperación y la nada. Mas, si tiene la certeza de un futuro, del reencuentro
con los seres amados y el temor de volver a ver a quienes ofendió, todas sus
ideas cambian. Aunque el Espiritismo sólo hubiese quitado al hombre sus dudas
acerca de la vida futura, ya hubiera hecho más por su adelanto moral que todas
las leyes disciplinarias que lo frenan, pero no lo cambian.
Sin la preexistencia del alma, la
doctrina del pecado original sería inconciliable con la noción de justicia
divina, ya que responsabilizaría a todos los hombres por el pecado de uno solo.
Carecería, además, de sensatez y justicia si, ateniéndonos a tal doctrina,
creyéramos que esa alma no existía en la época en que se cometió la falta, por
la cual se pretende responsabilizarla.
Con la preexistencia, sabemos que el hombre trae consigo al renacer el
germen de las imperfecciones y defectos que no ha corregido y que se traducen
en instintos innatos y tendencias determinadas hacia tal o cual vicio. Allí
reside su auténtico pecado original, por el cual sufre naturalmente sus
consecuencias, mas, con una diferencia capital, su sufrimiento se origina en
errores propios y no en los de un tercero. Además, existe una segunda
diferencia que alivia, consuela y trasunta equidad: cada existencia ofrece al
hombre los medios para redimirse y reparar, así como para progresar, ya sea
liberándose de alguna imperfección o adquiriendo nuevos conocimientos, hasta el
momento en que su purificación sea completa y no tenga más necesidad de la vida
corporal y pueda vivir entonces la vida de los espíritus, eterna y
bienaventurada. Debido a esa misma
razón, quien ha progresado moralmente trae al renacer cualidades naturales, al
igual que quien ha progresado intelectualmente posee ideas innatas, se
identifica con el bien, lo practica sin esfuerzo, sin cálculo, y, por así
decirlo, sin pensar siquiera. En cambio, quien está obligado a combatir sus
malos instintos permanece todavía en estado de guerra interno. El primero ya
venció, el segundo lucha por vencer. Por consiguiente, hay virtud original,
como hay saber original y pecado, o dicho con más propiedad, vicio original.
El Génesis , los milagros y las profecías según el Espiritismo - Allan Kardec
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